miércoles, febrero 24, 2010

Lo liberal


Peter Lynch, uno de los más exitosos inversores de todos los tiempos, siempre insistía en que lo más importante era comprar a largo plazo y olvidar la especulación de un día para otro, aunque esto último era lo que más atracción despertaba y despierta en la mayoría de los inversores. Cuenta Peter Lynch que siempre que daba una conferencia y preguntaba cuántos de los presentes eran inversores a largo plazo, todos levantaban la mano. Nadie se reconocía como especulador, aunque la mayoría de los que operan en bolsa lo son.

Con la definición de liberalismo en España ocurre algo parecido. Si preguntásemos a los lectores que por aquí se dejan caer, o a mis coetáneos de Red Liberal, o a muchos de los bloggers que yo sigo, cuántos se consideran liberales, una gran mayoría levantaría la mano. Todo el mundo se consideraría liberal, aunque la mayoría probablemente no lo sean.

Aquí todo quisqui se autodefine como liberal. En el saco del liberalismo español caben:

- los que defienden el liberalismo obispal, cuyo ideario liberal se basa en la protección de la vida de los no natos, el matrimonio tradicional y la confesionalidad del Estado;

- los que defienden el liberalismo egipcio, consistente en dárselas de liberal criticando al presidente del PP pero mirar para otro lado cuando la presidente de Madrid concede licencias radiofónicas a sus amigos o practica la muy liberal conducta de obligar a sus alcaldes a firmar manifiestos para respaldarla frente a Manuel Cobo;

- los que defienden el liberalismo anarcocapitalista, que defienden la no intervención de las sucias manos de los políticos en el mercado, la supresión de las subvenciones y de los impuestos directos, la eliminación de los colegios profesionales y las cámaras de comercio de afiliación obligatoria, la capitalización del sistema de pensiones, la privatización de Aena, de Renfe y de la agencia Efe y que la Unión Europa tenga potestad para, por decreto, hacer caer a los gobiernos que se salten las normas de fiscalidad, libre competencia y estabilidad presupuestaria;

- los que defienden el liberalismo radical, que, a todos los elementos del liberalismo ancap, añaden las demandas del derecho a comprar y vender estupefacientes, a conducir sin cinturón de seguridad, a suicidarse, a abortar, a acudir a bares en los que se permita fumar, a educar a los hijos sin planes de estudio aprobados por políticos, etcétera;

- los que defienden el liberalismo patriota, que creen que los nacionalismos periféricos son un negocio de cuatro listos que comprometen el progreso de todos los españoles y la libertad individual de los habitantes de sus nacioncitas ficticias, que quieren una reforma de la Constitución que devuelva competencias al Estado y que se respeten las leyes en todo el país, con independencia de que a los políticos locales les gusten o no;

- los que defienden el liberalismo antisocialista, que han llegado al liberalismo no tanto por convicción sino por el profundo rechazo que les producen los progres: desde su estética hasta todo el daño que han hecho a la historia del pensamiento occidental con su demagogia barata, desde su afán recaudatorio hasta su ánimo de obligarnos a todos a estar en eterna deuda con el prójimo; desde su pacifismo a hostias hasta su comprensión por el terrorismo islámico.

Yo probablemente pertenezco a un poco de casi todas las variantes, pero no tengo muy claro que todo eso sea, ¡a la vez!, liberalismo. Y usted, pronúnciese:


Me identifico con el liberalismo obispal.

Me identifico con el liberalismo egipcio.

Me identifico con el liberalismo anarcocapitalista.

Me identifico con el liberalismo radical.

Me identifico con el liberalismo patriota.
Me identifico con el liberalismo antisocialista.
Nada de liberal. Yo soy de derechas y punto.

Nada de liberal. Yo soy socialista y punto.
  
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