lunes, noviembre 09, 2009

Que veinte años no es nada


De la tierna infancia tengo algunos recuerdos difusos, como por ejemplo la huelga general del 14 de diciembre de 1988, un día en el que no fui al parvulario y no hubo tele hasta las cinco y media de la tarde. En cambio, no recuerdo absolutamente nada respecto de la caída del muro de Berlín, tal día como hoy. Pero nada de nada.

Llevo todo el día oyendo que la caída del muro simbolizó el fracaso del comunismo. Hombre, es cierto, pero díganlo más claro: significó el fracaso del socialismo real, que al fin y al cabo es todo lo mismo. La única diferencia entre lo que conocemos como comunismo y lo que conocemos como socialismo es el grado de incompetencia. Los socialistas son más incompetentes, y la libertad es el residuo que queda como consecuencia de la incompetencia del poder. Los ciudadanos tienen más libertad, por tanto, con los socialistas que con los comunistas. Pero su esquema mental es idéntico.

Leo hoy en Can Girauta que, hace veinte años, los todólogos preveían un nuevo sistema a mitad de camino entre comunismo y capitalismo. Él dice que erraron pero yo no veo que fueran tan desencaminados. Tal vez no una fusión entre los dos modelos antagónicos, pero sí un sistema a medio camino entre Estado y libertad: ¿Hay en el mundo más o menos libertad que hace veinte años? No estoy seguro. En Occidente hay cada vez más Estado, cada vez más impuestos, cada vez más multas, cada vez más agencias, planes y observatorios. Ahora se ve que el Estado hasta tiene potestad para quitarte a los hijos si los engordas demasiado, y nadie protesta con pancartas autoinculpatorias tipo yo también cebo a mis niños. Tal vez ese sea el triunfo del intervencionismo, de la socialdemocracia: el Estado nos controla cada día más, y cada día nos quejamos menos por ello.