sábado, junio 28, 2008

La triste historia del PP de Cataluña (I)


El próximo fin de semana, el PP catalán celebrará su congreso regional, en el que como deben saber nadie tiene muy claro a estas alturas qué va a ocurrir y qué clase de movimientos están acaeciendo estos días. La breve serie de posts que hoy iniciamos no tiene mayor objetivo que tratar de entender por qué un partido centrado, defensor de la iniciativa privada, del respeto escrupuloso a la ley y de los principios que triunfan en media Europa, es visto como un partido enemigo de Cataluña y se mueve en constantes pugnas internas, giros estratégicos, cambios de rumbo, cambios de caras y culto a la mediocridad. Me va a costar escribirlo, porque de las personas que integran el PP de Cataluña, de su sacrificio, su perseverancia y su valentía no merece hablarse mal.

Desde los años 80, es decir desde que existe, el Partido Popular de Cataluña ha vivido siempre en la situación que le tocó experimentar al PP en toda España en la pasada legislatura: 1) ser aislado en el parlamento con la famosa cantinela de "con el voto favorable de todos excepto el PP"; 2) ser culpado de todos los males habidos y por haber, venga o no venga a cuento; y 3) ser menospreciado en todos los ámbitos de la vida pública gracias a la falta de escrúpulos de sus adversarios, hasta el punto de que buena parte de sus votantes, simpatizantes y militantes viven en las catacumbas, ocultando sus convicciones.

Semejante panorama, aunque por supuesto no tenga comparación con lo experimentado por los hombres y mujeres del PP en el País Vasco, puede explicar la permanente situación de caos interno en el que ha se ha encontrado siempre el PP de Cataluña: en su afán de conseguir un mayor apoyo electoral y una vida más apacible, los dirigentes del PPC han defendido diversas estrategias políticas, no siempre coincidentes ni aceptadas por todos.

Desde partidarios de una confrontación total con el nacionalismo catalán identitario y una apuesta decidida por la fuerza de la razón frente al catalanismo más provinciano (cuyo mayor estandarte fue sin duda Aleix Vidal-Quadras) hasta defensores de un PPC que, disfrazándose de criptoconvergente, fuera capaz de atraer a los sectores democristianos del catalanismo moderado y a algún socialdemócrata despistado manteniendo sus apoyos de siempre (aquí encuadraríamos a Josep Piqué), pasando por los partidarios del "Nosotros lo que tenemos que hacer es vender gestión y dejarnos de ideologías, mira qué bien les ha funcionado en Valencia y Murcia" (una lectura de la ponencia de estrategia política que se aprobará en el congreso regional apunta a esta dirección).

También hay quienes defienden soluciones intermedias o quienes a lo largo de los años han defendido una cosa y la contraria, haciéndose fotos con el CAT en la matrícula o prohibiendo la entrada a los actos del PP catalán a aquellas personas que llevasen el diario La Razón para ahora erigirse en españolistas acérrimos o en conservadores estrictos respectivamente, como es el caso de dos de los contendientes al congreso, Daniel Sirera y Alberto Fernández, siguiendo un lema que popularizó el actual secretario general del PPC: "En política, lo más importante es saber adaptarse a las circunstancias".

(continuará)