viernes, octubre 12, 2007

De España y sus réplicas


El líder de la oposición afirma que los españoles estamos orgullosos de serlo. Graso error: a mí que me descuente.

España es un país del que uno no sólo no se puede sentir orgulloso, sino que puede y debe sentirse avergonzado y asqueado. Si un país que tolera la Logse, el PER, las corridas de toros y Pepiño Blanco es para sentirse orgulloso, allá cada cual. A mí de España lo único que me interesa es su endeble y continuamente amenazado sistema de libertades, que hay defender y preservar.

Los nacionalismos periféricos, que presentan a sus micronaciones como supuestas identidades alternativas a ese ente antipático llamado Estado español, ofrecen en realidad réplicas de España (la misma Logse, las mismas subvenciones, la misma picaresca) pero con menos libertad individual y más tribalismo, más derechos colectivos y más poder para la Administración. O sea que en defensa de la nación española, de su bandera y de sus figuras institucionales sí, pero no por orgullo, sino por simple autoprotección, por la democracia, por la libertad y contra los ombliguismos identitarios intelectualmente inferiores.


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Un progre al uso, en cualquier parte del mundo, defiende una serie de ideas, con más o menos acierto, sobre la redistribución de la riqueza, el relativismo cultural, el cambio climático y el laicismo, o al menos eso pensaba yo: los progres españoles suelen obviar todo eso y actualmente se centran en criticar ferozmente a los que defienden la bandera de su país al tiempo que callan ante los que queman la foto del jefe del Estado.