jueves, noviembre 16, 2006

La visita de Obiang y un elogio inesperado


Los países decentes no dejan de serlo pese a estrechar relaciones con tiranocracias. A veces es necesario llevarte bien con la tiranocracia china, con el escasamente aperturista Egipto o con la dictatorial Guinea. En ocasiones es preciso mantener relaciones diplomáticas con estados nauseabundos.

Pero una cosa es llevarte bien y ser mínimamente hospitalario, y otra muy distinta es ser un abrazafarolas. Vale que Zapatero tenga que reunirse con Teodoro Obiang, vale que Exteriores pida al Partido Popular que Rajoy reciba al edificante líder guineano, pero a mí me gustaría fijarme en un detalle asqueroso.

Aterriza el africano en Madrid-Cuatro Vientos. Moratinos, anfitrión. Suenan los himnos. Pequeño paseo hacia el coche oficial, y un túmulo de un centenar de presuntos guineanos cantando, danzando y alabando al dictador. Todo preparado, por supuesto. Esa tarde, Obiang visita el bosque de los ausentes, en homenaje a las víctimas de los atentados del 11 de marzo. A lo lejos (muy a lejos), cinco hombres, cuatro guineanos y un español, profieren gritos contra Obiang y a favor de la democracia. La policía los identifica y les ordena marcharse.

¿Puede un país democrático instar a alguien a no defender la democracia frente a un cabrón golpista? ¿Puede un Estado digno colocar a cien negritos para que adulen a un tirano? ¿Puede un parlamento serio invitar a un tipo cuyo país no tiene parlamento de verdad? España, país de imbéciles.


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Muchas gracias a don Juan Carlos Girauta por sus elogiosas palabras sobre este modesto weblog en su último libro, La eclosión liberal, capítulo 2, página 141. Hay que ver lo malo que he sido a cambio... ¡Lo siento, Juan Carlos, puedo explicarlo! ¡Yo no quería!