sábado, septiembre 02, 2006

Elige la tuya


Cinco naciones de cinco catalanes.

Una nación identitaria

"Cataluña es una nación con identidad propia, integrada por una comunidad de ciudadanos y ciudadanas y un territorio que comparten una historia, una lengua, una cultura, unas instituciones de gobierno y representación, un derecho y una voluntad de ser.

La nación catalana, después de más de mil años, con excepción de aquellos periodos en los cuales ha sido privada por la fuerza de sus derechos, siempre ha manifestado y ha ejercido la voluntad de autogobernarse.

El pueblo de Cataluña desea dejar clara su decisión de reformar su derecho a ser y a decidir su futuro en libertad, sin ningún otro límite que el respeto a los valores humanos esenciales de la vida y la libertad, la igualdad entre personas y entre pueblos, el pluralismo, así como la democracia y el Estado de derecho como principios rectores de su forma de organización política.

Por todo esto, el pueblo catalán, en el ejercicio de su soberanía, considera que ha llegado el momento de dotarse de una nueva forma fundamental de su autogobierno, que establezca los fundamentos de la Cataluña del siglo XXI y del futuro.

[...]

Cataluña es una nación con una historia, una lengua, una cultura, un derecho, unas instituciones de gobierno y representación comunes, un territorio y una soberanía propios fundamentada en la expresión libre y democrática de la voluntad de sus ciudadanos y ciudadanas de compartir un proyecto colectivo de ser.

La lengua nacional y propia de Cataluña es el catalán.

El territorio de Cataluña es el comprendido en las 41 comarcas actuales, sin perjuicio de que, conjuntamente con el resto de comunidades de habla catalana, se establezca una nueva delimitación de los países catalanes. La capital de la nación catalana es la ciudad de Barcelona. El Valle de Arán, de acuerdo con sus características históricas y culturales, tiene un reconocimiento específico y diferenciado.

Tienen condición de catalanes aquellas personas que residen en Cataluña, así como los miembros de la comunidad catalana en el exterior, con independencia de su origen, condición o cualquier otra circunstancia personal. El reconocimiento y las condiciones para el ejercicio de sus derechos de participación política se establecerán mediante el correspondiente marco legal.

Cataluña disfruta de sus propias instituciones de autogobierno y reconoce al Estado Español como el marco estatal de organización política en el cual se integra como nación. Este reconocimiento no supone, empero, la renuncia al ejercicio democrático del derecho inherente e irrenunciable a la libre determinación de los pueblos.

Cataluña quiere estar presente en el exterior con personalidad propia, y reconoce la Unión Europea como su espacio político y geográfico más inmediato de referencia, incorporando sus valores, sus principios y las obligaciones que derivan de formar parte de ella."

(Propuesta de Estatuto de Autonomía de Artur Mas, abril de 2003)


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Una nación gastronómica

"La cocina catalana, aunque por una parte es una cocina plenamente construída -como afirmaba Josep Pla-, por otra, en general, es relativamente poco conocida más allá de ciertos tópicos o, incluso, de modas, como la tan trivial y mediática cocina mediterránea. No resulta extraño que en un libro del escritor americano Colman Andrews se diga que esta cocina, desde Alicante hasta Perpiñán, es el último gran secreto culinario de Europa.

Una cocina todavía demasiado secreta que a veces, históricamente, se confunde con la de Aragón -a causa del título que tenían los antiguos reyes catalanes- o con la de España, como si la catalana fuera una cocina regional que formara parte de ella. Sin embargo, la cocina de Cataluña y de todos los Países Catalanes es una cocina plenamente nacional. Nos lo demuestra el hecho de que pueda tener diversos registros: el histórico -hay pocas cocinas de Europa tan bien documentadas desde la Edad Media-; el tradicional -que sería, estrictamente, el de loos platos transmitidos por la tradición oral en un territorio concreto- y la cocina de autor."

(Jaume Fàbrega, prólogo de "Platos y secretos de Àvia Remei")


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Una nación racional

"Y la verdad es que lo que está en juego en este inquietante fin de siglo español es la prevalencia en nuestro país de uno entre los dos conceptos de nación que se disputan la adhesión emocional e intelectual de los ciudadanos, la nación entendida como orden racional superior que legitima su poder organizado en un Estado por su capacidad de garantizar el orden y la paz civil, por la toma de decisiones mediante la regla de la mayoría, por la defensa de los derechos y libertades fundamentales de los individuos y por la redistribución solidaria y equitativa de la riqueza, la que podemos denominar nación constitucional, la idea de nación ilustrada y moderna que inspira el gran pacto del 78, y la nación imaginada como la encarnación natural de determinadas esencias primordiales, raza, lengua, espíritu del pueblo, una comunidad étnico-mística inmune al tiempo, previa a la razón, anclada en el instinto, que proporciona a los individuos de manera inescapable su identidad y su forma de interpretar el mundo, la visión regresiva y excluyente de la nación que no ceja en su empeño por dinamitar el valiosísimo acuerdo de convivencia alcanzado hace veinte años.

La renuncia a la concepción nacional democrática, racional y de vocación ética de validez universal, tal como contumazmente pretende la resucitada Triple Alianza, para arrojarnos a una yuxtaposición de tribus de resultado incierto y sin duda peor que lo que ahora tenemos, representa un retroceso histórico y el desperdicio de dos atormentados siglos de esfuerzos intentando construir un Estado-Nación español liberal, democrático, moderno, desarrollado y socialmente justo. Ningún ciudadano sensato y decente, que son la inmensa mayoría, de derecha, de izquierda, de centro, y, sobre todo, de centro reformista, se exprese en la lengua que se exprese o sea cual sea su Rh, optará por la exploración de los rigores de una jungla institucional y política donde los atavismos dicten las normas si se le ofrece habitar en un cómodo bloque constitucional producto de 2.500 años de sabiduría en el que las reglas las fije la mayoría respetando a las minorías de acuerdo con pautas de racionalidad. Se trata simplemente de explicárselo de forma clara, atractiva, oportuna y convincente.

[...]

El concepto tribal de nación descansa sobre dos saltos lógicos inasumibles por una mente correctamente conformada. El primero estriba en asignar a lo natural una capacidad legitimadora superior a lo racional. El segundo en atribuir a las naciones -suponiendo que se sepa lo que son- la propiedad de ser hechos naturales. En lo que se refiere al primero, su introducción en contextos sociales desarrollados en los que lo racional consiste expresamente en el establecimiento y preservación de un orden civil democrático, representa la ruptura con los fundamentos éticos de la convivencia y la aceptación de un principio irracional de legitimación extraño al sistema axiológico dominante y provocador, con toda probabilidad, de inestabilidad política y, eventualmente, de enfrentamientos cruentos entre grupos sociales que hasta este momento convivian pacíficamente. En lo que toca al segundo, ¿cómo se explica que numerosos integrantes, a veces la mayoría, de las colectividades supuestamente "nacionales" no acepten tal condición "natural" hasta el punto de que cuando los gobiernos nacionalistas se las imponen coactivamente se rebelan vigorosamente? Además, si las naciones son tan naturales como las piedras y las flores, ¿por qué un mismo pueblo en distintos momentos de su devenir histórico modifica drásticamente sus sentimientos de pertenencia nacional? ¿Es natural cambiar de apellido y pasar de llamarse "Rodríguez" a "Rodri" para ser más catalán, como hizo cierto diputado de un partido nacionalista?"

(Aleix Vidal-Quadras, "Razón o Volkgeist", El País, 21 de septiembre de 1998)


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Una nación cultural

"Ortega toma conciencia del problema de España y diagnostica que tal problema radica en el individualismo de los hombres y las regiones de España, que no han sentido una inquietud común por los asuntos nacionales.
¿Cabe mayor confesión de que España no existe? En una nación natural la inquietutd por los asuntos comunes existe por las buenas, sin más."

("Otro", comentario en el Blog de Carlos López)


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Una nación racial-religioso-histórico-onírica

"El catalanismo había dejado esto para lo último. Se comprendía que tenía que ser toda Cataluña y no la mayoría de los catalanes quien pactase con sus hermanas de raza y civilización, y confiaba resignado que llegase la hora. Pero en el fondo de cada uno y en los sentimientos generales de todos los patriotas catalanes, al mismo tiempo que una viva simpatía por los demás reinos de la histórica confederación, se desenrollaban esperanzas de su reavivamiento y del nuevo abrazo que harían con nuestra patria.

Nosotros casi no hablábamos de esto, pero lo presentíamos coom un gran misterio próximo a realizarse. En nuestras conversaciones y actos, en las propagandas y discursos, había una cosa que mentábamos con disimulo, ¡no osando casi tocarlo por miedo de que se esfumase en un principio! Eran las ideas de unión de toda la raza catalana, que se presentaría en forma de una moderna federación llena de espíritu de libertad que vive en todos nosotros.

[...]

Sea como fuere, con Aragón o sin él, la raza catalana ha de estrechar cada día más los lazos y unirse bajo la bandera de una misma tradición política. Que, en cuanto al porvenir, tenemos que dejar hacer, ya que el espíritu catalanesco que apareció en las valles del Pirineo y que, encarnado en Don Jaime, nos hizo atravesar el mar e ir a extendernos a las riberas del Turia, vive todavía, vela por nosotros y no podemos en ningún caso decir que nuestros destinos estén en malas manos."

(Josep Pijoan, "La Renaixença", núm.15, julio de 1899)