sábado, julio 01, 2006

Por qué no quise ser progre (I)


En España, uno no elige ser progre, uno nace y todo está preparado para que sea un servil progresista desde su nacimiento. Lo políticamente correcto es ser de izquierdas (o al menos decirse de izquierdas), el sistema educativo está montado para ser de izquierdas (suponiendo que eso que promocionan sea la izquierda), los convencionalismos sociales implican que si eres joven debes ser de izquierdas (o al menos debes decirte y creerte de izquierdas).

Existe toda una atmósfera que te condiciona y te modela. Estos condicionantes se multiplican si además de prepararte para ser un servil progresista te preparan para ser un servil nacionalista. Bajo esta hipótesis de salida, podemos afirmar que en general uno no elige ser progre, en todo caso lo que elige es no serlo, pero la predisposición por defecto es el irresistible encanto de formar parte de la masa.

Yo me recuerdo difusamente viendo en la tele los spots de la campaña para las elecciones generales de 1996. En época de preadolescente, aquella era prácticamente toda la información que tenía de la política del momento, y recuerdo tener especial predilección por los anuncios de Iniciativa per Catalunya-Els Verds. De modo que si en aquel momento hubiera tenido edad para votar, hubiera elegido al inefable Joan Saura, candidato entonces a diputado nacional. Desde entonces han pasado unas cuantas cosas, aunque básicamente ha pasado el tiempo. Quizás ha sido una transición que muchas personas han experimentado, pero en esta pequeña serie repasaremos dos o tres pinceladas sobre por qué un progre ignorante puede evolucionar a lo que un progre ignorante llamaría un facha de mierda.