martes, enero 18, 2005

Estoy esperando


Acuerdo para un gobierno catalanista y de izquierdas en la Generalitat de Catalunya, 14 de diciembre de 2003. Primer epígrafe del anexo:

Los partidos firmantes del presente acuerdo se comprometen a no establecer ningún acuerdo de gobernabilidad (acuerdo de investidura y acuerdo parlamentario estable) con el PP en el Govern de la Generalitat. Igualmente estas fuerzas se comprometen a impedir la presencia del PP en el gobierno del Estado, y renuncian a establecer pactos de gobierno y pactos parlamentarios estables en las cámaras estatales.

El pasado viernes 14 de enero, el presidente Rodríguez y el líder de la oposición llegaron a un acuerdo para tener una postura conjunta frente a las intenciones cleptogolpistas del presidente de la Comunidad Autónoma Vasca. En virtud de ese acuerdo, los dos grandes partidos nacionales como mínimo dicen tener la intención de conciliar una gran respuesta a las iniciativas tronadas del lehendakari, comenzando por la creación de una comisión específica en el Congreso para tratar los asuntos autonómicos más sonados, principalmente las reformas de los estatutos de autonomía.

Ha trascendido también que el domingo 16, nuevamente el presidente y el aspirante a presidente, tuvieron una nueva reunión, esta vez en el Palacio de la Zarzuela, ante el Rey (quien por cierto anda ahora homenajeando a déspotas pasados a mejor vida).

El Partido Popular, en un gesto que difícilmente sería imaginable a la inversa, ha llegado a ofrecer apoyo parlamentario (en principio con una abstención activa) al gobierno socialista con tal de no tener que ceder ante las presiones nacionalistas. El caso es que los nacionalistas protestan. Protestan mucho. Con la certeza de que ante la inmensa mayoría de los españoles -y por ende, ante los dos grandes partidos nacionales, o el partido nacional y el otro- los nacionalistas son sólo una leve perturbación, algunos aguerridos parlamentarios han cogido un cabreo.

Es el caso de mi admirado Joan Tardà, quien ya ha recibido elogios por mi parte alguna vez. Hoy el intrépido Tardà amenaza al gobierno con no cederle más sus votos en el Congreso. La semana pasada decía lo mismo Puigcercós. Carod-Rovira dice que cuidado, a ver si se va a acabar la legislatura antes de hora. Y Ridao recuerda que el pacto de gobierno en la Generalitat, tal como hemos visto más arriba, impide que el PSOE pacte con el PP.

¿Va a romper Esquerra con Maragall por esto? Por supuesto que no. ¿Van a votar contra el gobierno en el Congreso de los Diputados? Alguna vez harán amago, pero en realidad no harán nada. Porque ERC necesita ser decisiva, necesita notoriedad, necesita tocar poder. Todas sus amenazas no son más que faroles mal disimulados. Estoy esperando, realmente, a que Carod-Rovira rompa el tripartito. No se atreverá.

Ante la mastodóntica representatividad de 23 millones de votantes, los 8 diputados de ERC pueden cotizar realmente poco. Dicen que quieren tumbar a los españolistas antidemócratas que se oponen al plan Ibarretxe, con sus votos. Que se los confiten.