domingo, enero 30, 2005

De ocio, cultura y malos oradores


Una de las curiosas consecuciones de la sociedad anestesiada es la autosatisfacción que genera creer que se tiene cultura. No hace muchos años, uno entendía que cultura era cuanto estaba relacionado con el cultivo de ciertas facultades humanas relacionadas con el conocimiento o el arte.

Hoy día, sin embargo, la plebe entiende por cultura cualquier cosa. Al Código da Vinci se le llama cultura, los souvenirs son cultura, es cultura la moda, es cultura la espeleología, por supuesto las fiestas populares son cultura, y el deporte en realidad no es más que una manifestación cultural. En un país de gente perennemente ociosa, se ha llegado a la conclusión de que la verdadera cultura es el ocio. Y no, señores míos, ni todo el mundo (y yo el primero) es culto, ni se puede equiparar cualquier divertimento a la ilustración.


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Hay otro uso de la palabra de marras, más grave si cabe, pero en plural: culturas, pero dejemos de hablar de cultura y detengámonos ahora en el cine español. Esta noche se entregan los premios Goya, quien debe estar revolviéndose en su tumba al ver en qué emplean su nombre. Entre los invitados a la gala de esta noche, se encuentra nuestro líder cósmico Rodríguez Zapatero, quien, para no desentonar con el resto de los asistentes, ha sabido hacer esta mañana unas explosivas declaraciones que tan bien plasman su distinguida capacidad intelectual sintética:

Hay que extender los derechos a la ciudadanía (sic), ampliar (sic) políticas sociales y facilitar el diálogo entre territorios (sic).

No se molesten en descifrarlo. No se preocupen por intentar saber qué quiere decir ahí ZP, en realidad no quiere decir nada.